MICRO Y MACRO

 

¿Cuánta información se necesita para reconocer un objeto? ¿Sería un fragmento suficiente para saber de qué se trata? ¿Qué pasaría si pudiéramos pausar la explosión de ese objeto y observarlo? ¿O alejarnos hasta el espacio y verlo? ¿Lo reconoceríamos? ¿O sería una nueva formulación de la mirada? 
 
La desarticulación visual y plástica que hace Daniel Teodoro con la exposición “Micro y Macro”, nos invita a imaginar una nueva posibilidad de la mirada, ya que propone dos posibles ángulos de observación para un mismo punto. El detalle y la generalidad. Mientras se escurre la pintura se producen gestos para indagar con los ojos el movimiento y hacer abstracto el detalle, sacando a flote otra realidad del motivo. Abriendo con ello, una nueva naturaleza de las cosas. “Micro y macro” arrebata el estatismo contemplativo de la pintura y lo expande, pues ya sea a detalle o a la lejanía, esta obra construye ambigüedades significativas a razón de cada espectador.
 
Esta propuesta artística es solo una parte de un gran proceso que inició con la representación pero que no se detuvo en está. Las pinturas son el resultado de un ejercicio plástico de experimentación con los materiales y las formas, que tienen influencias con la propuesta del neo expresionista alemán Anselm Kiefer, y que por ello también, fueron utilizados todo tipo de instrumentos para producir las obras: trapos, brochas, pinceles, colores industrializados, maderas como raseros, acrílicos, pigmentos y selladores.
 
En “Micro y Macro” el bastidor se utiliza como una geografía para la exploración plástica, ya que durante el proceso de producción Daniel Teodoro se acercó al lenguaje escénico y desde ahí visualizó el espacio como un “lienzo dramático”. El movimiento por tanto indagó para tangibilizarse en el soporte, creando con ello, un nuevo imaginario sobre las características de los objetos. Encontrando en el “accidente” una voz discursiva. Ya que en pequeño o en gran formato la materia que se escurre, se fusiona o se craquéela genera un mundo nuevo. Y aunque el ritmo de los colores y su disposición nos hablan -en apariencia- de un estado alterado del artista, los fondos limpios e incluso bien delineados entre mancha y vacío hablan de la sobriedad y reflexión del mismo. El cuadro en este caso, se convierte en una pieza de arte acción que se hace testigo de los gestos del pintor y nos llama, grita, detonando nuevos imaginarios, produciendo una tensión plástica interna y haciendo de la creación, una nueva posibilidad para observar las cosas.
Por Jonathan Farías Carrillo